
«Se da tanta importancia a otras asignaturas que la música queda a un lado»
Mar Serón. Maestra de música en primaria.
Suelo tener conversaciones de soleado patio andauz con la abuela de Elena, a quien va dedicado este libro, ávida lectora gusta de soltar de vez en cuando manogillos biográficos. Tengo un programa sobre entrevistas en una televisión local llamado Mesa Camilla y no termino de convencerla para que participe en uno de sus episodios. Tiene tanto que decir… En realidad tenemos tanto que escuchar a nuestros mayores… El otro día Trinidad, así se llama, sentenciaba que había empezado a trabajar a los doce años. No es la primera vez que alguien mayor acota su inicio en el mundo del trabajo remarcándolo tanta, da la sensación de que nos transmiten a generaciones más jóvenes que la suya sí lo pasó mal. Doce años y trabajando. Yo empecé a los diecinueve en la BBC (bodas, banquetes y comuniones) sin contrato. Mi primer contrato laboral lo firme en el verano de 1996, el del camping de Biescas, la medalla de oro en Waterpolo en Atlanta y cuando Morabí, segundo niño saharaui que acogiamos en casa, pasaba su verano en paz en Barakaldo. Los años universitarios los pasé trabajando en hostelería, cursé licenciatura de Psicología en Donostia, en el último año de carrera decidí especializarme en Gerontología y realicé las prácticas en el centro gerontológico de Eibar. Con la experiencia presenté junto a mi amigo Iñaki Cabero un programa de ocio terapéutico en dos residencias. Programas que gustaron y empecé a “trabajar en lo mío”.
Una de las actividades que realizábamos se basaba en los principios de la musicoterapia, los miércoles por la tarde Jose Antonio y su acordeón recorrían una de las residencias con ritmos añejos, de la época de los mayores. En la planta baja de la Residencia de la Misericordia vivían los residentes más dependientes, algunos ni siquiera se comunicaban. A pesar de ello nosotros nos acercábamos y les cantabamos, preguntabamos si les gustaba la música… En una ocasión me acerqué a una residente y la pregunté: “¿Le gusta la música?” por atrás apareció una de las monjas y me dijo “No te empeñes, esa no habla”. Insistí. “¿Le gusta la música”. “Sí, mucho me contestó”. Miré a la monja sin arrogancia, simplemente quise transmitir que damos por sentado cuestiones que no lo son, prejuzgamos o nos dejamos llevar por lo que vemos. En una intervención psicoeducativa siempre hay que creer en quien se tiene delante y la música ayuda notablemente a abrir los canales de la percepción o a servirnos de conexión. Sin embargo, nos estamos olvidando de la música en la escuela. Cada vez reducen más sus horas semanales.
En abril de 2015, hablé con la maestra Mar Serón, empezamos recordando a Galeano cuando escribió “se llevaron todo nos quedó la música”. Desde pequeños aunque olvidemos fragmentos, melodías o canciones, siempre quedan ahí. Cuando las volvemos a escuchar de adultos se convierte en añoranza y sentimiento muy intenso, por eso disfrutaban tanto los abuelos de la aquella residencia. Somos muy visuales últimamente pero el sonido es mucho más sentimental, primigenio que evoca recuerdos que con otras percepciones no se consiguen. Cuando se escucha música activamos diferentes zonas de nuestro cerebro que a través de otras percepciones solo se activan una, escuchando se activan zonas vinculadas al oído, a la vista, a la memoria, raciocinio, lógica matemática… Teniendo la función que tiene la música puede decirse que está defenestrada en la escuela. Mar plantea que no es tanto por el poco valor que se le da a la música como el excesivo valor que se le da a las asignaturas más académicas. No es que no se valore la música. Desde aquel 2015 ininterrumpidamente se ha celebrado el Congreso Con Euterpe que invita a especialistas del ramo y profesionales de la Educación en general a debatir sobre la música en Educación. Una nueva señal de la unión entre profesionales ante las dificultades en forma de recortes de horario o personal. La necesidad parte de que en los centros únicamente existe un especialista, la soledad se palpa y crear estos espacios de colaboración son útiles para crecer y no sentirse solo. Puedes ser muy bueno en lo que haces pero si estás solo y no lo compartes, no llega a ningún sitio. Compartir es necesario, alade Mar, te permite llegar a más niños y que estos disfruten de la formación de otros profesores.
En el congreso no puede falta la música y el mismo nombre brinda un homenaje a la musa de la música, de las nueve musas del dios Apolo, Euterpe era la que le susurraba melodías. De hecho etimológicamente la palabra música procede de musa. En estos congresos los diferentes profesionales realizan una labor de musas que inspiran el trabajo que posteriormente se lleva a los centros. Espacios donde el hecho de compartir se convierte en formación y la formación se transforma en acciones en el aula. Como comentamos en el capítulo sobre los saraos educativos, estos son unas fundamentales herramientas de desarrollo personal y profesional para maestros y maestras. Esto ha posibilitado que a lo largo de estos años se haya generado una comunidad en torno a la música que disipa esa soledad que sufren en los centros. Mar, recalca que no sólo es un congreso para musicólogos que también está abierto a otras especialidades. Apuntemos en nuestra agenda este congreso para seguir creciendo.
La música me acompaña, nos acompañada. Si me diesen a elegir podría a este capítulo como banda sonora la musica notturna delle strade di Madrid de Boccherini y cuando llega al punto álgido el trío concertino (violín, viola, y violonchelo) apuntaría que comencé en hostelería, seguí en gerontología y un 11 de septiembre de 2001 cuando las torres gemelas caían, a dieciseis días de que muriese mi tío Iñaki y que el mundo cambiaba inexorablemente, me ofrecían un trabajo en un centro de iniciación profesional. Lo acepté, entonces nació mi vinculación laboral y emocional al mundo educativo.